Es lunes por la tarde, estoy tumbado
en la cama y solo me sale pensar.
Pensar en llorar, ya ves tú.
¿Por qué? No sé, lo necesito.
Acabo el último cigarro que me queda
y siento que me consumo,
que ya no queda nada.
Estoy vacío.
"¿Qué soy? ¿Qué siento?"-
me pregunto mientras veo más allá
de la ventana cómo las nubes grises
se acercan.
No soy, no siento.
He llegado a un punto
en el que ya nadie me importa,
en el que estoy solo,
en el que no puedo querer a nadie.
En el que por no querer,
no me quiero ni yo.
Lo peor es que creo que
me gusta sentir esa soledad.
O no.
A veces pienso en todo
lo que tengo dentro y en lo que
podría dar a alguien
y me siento inutilizado.
Siempre es un sí, pero no.
No soy feliz con mi soledad,
es más, soy más bien triste.
Pero qué sería yo
sin mi tristeza...
Quizás algún día encuentre a alguien
tan triste y solitario como yo.
Quizás.
Se oyen truenos fuera.
Se deslizan las primeras
gotas sobre mi rostro.
Empiezo a ahogarme.
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